En «La norma en la construcción de la competencia comunicativa», Manuel Vera hace un repaso por los principales prejuicios de la lengua sobre los que se sustentan los modelos de enseñanza de idiomas basados en la dicotomía corrección-incorrección. Tal y como nos manifiesta Vera, la escuela tradicional ha antepuesto la pedagogía de la corrección en detrimento de la pedagogía de comunicación. Mientras que la primera ha establecido (y establece) unos métodos encarados al aprendizaje de carácter puramente lingüístico, es decir, a la enseñanza de la normativa de la lengua; la segunda aboga por un aprendizaje de lenguas desde una perspectiva holística, puesto que atiende a la integración de todos los elementos que las conforman —desde lo gramatical hasta lo social—. Dicho de otro modo, las nuevas tendencias pedagógicas en la enseñanza de una lengua pretenden, cada vez más, integrar en su metodología todos aquellos elementos que la constituyen, con el fin de reflejar en el aula lo que es una realidad: la lengua integra una gramática y una normativa, pero no queda aislada del contexto que la envuelve, puesto que este condicionará siempre el modo en cómo empleamos esa norma.
Los principales prejuicios sobre los que se ha fundamentado la didáctica de orientación normativa son los siguientes: una lengua se habla de una sola manera, la norma es la lengua, todas las demás formas de hablar son incorrectas, la norma constituye la variedad más capaz y la escritura es la norma del habla.
De acuerdo con el artículo, la didáctica enfocada a la enseñanza de la norma basa su metodología en lo que es correcto y lo que no, esto es, lo que establece la gramática prescriptiva sin dar lugar a ninguna otra forma de la lengua. No obstante, diversos estudios cualitativos llevados a cabo por expertos en el campo de la sociolingüística demuestran que la lengua se constituye como algo intrínsecamente variable. Asimismo, expone que la lengua está paradójicamente considerada como la norma en sí misma, como un “todo homogéneo que reglamenta el código prescriptivo”, por lo que califica a la escuela como una institución con poder sancionador y como responsable de consolidar el concepto de lengua aislada de su función social.
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